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Mostrando entradas de diciembre, 2020
Hoy me siento así por nada. Me cuesta mantener en su sitio los músculos de mi cara. Me piden llorar. Me piden distenderse y colgar lánguidamente. Me muero de ganas por poder buscarte. Por derrotar esa fuerza etérea que me condena a vivir dentro de mí. Me desgarra no poder llorar sobre tus hombros, entre tus rizos, porque no puedo. Hace ya mucho tiempo que todo es una lluvia de ceniza. Necesito algunas hormonas más para romper el equilibrio, saltar de la balanza y hundirme en los charcos de mis lágrimas. Hace tanto tiempo que vengo extrañando una interacción cualquiera...    Camino por la calle pensando en ir al cine, solo o acompañado. Recuerdo también los vagones de metro. La infinitud de libros machacados en sus asientos. Hubo una vez que en mi vida hubo propósitos, puntos de partida y destinos. Hubo una vez un yo que no lo había perdido todo, aunque lo tuviera todo por perder. Alguien tan valiente como para cometer todos los errores que hoy me han traído aquí. Para vivir todos los h

Aunque las andadas ya no vuelvan

No hay una lluvia ni un cristal de la ventana, ni una rebelión ajena aunque los extranjerismos proliferen en las trincheras. No hay ningún amor de cielorraso ni las tardes del café, por no haber no hay noche, tampoco amanecer. Lo más parecido es la vegetación que cubre los tejados circundantes, el musgo de otras décadas, los desconchados en las fachadas que ya vienen con algún siglo de retraso. Pertenezco al mundo de los sueños y de las pesadillas, aunque me despierte  con el corazón a punto de dormirse y la cabeza entumecida en la boca. Mi única esperanza es que las ciudades se parecen entre ellas y quizá tras algunas tardes de diván o vendiendo libros pueda volver a ver la aurora, a beber sin vaso escuchando las palabras de a quién las cosas le van mejor o peor que a mí. Quiero dejar de soñar aunque las andadas ya no vuelvan y los viejos empecemos a ser nosotros.
Dónde quedan el jazz y la hoguera al volver a casa. Al enfrentarme a los gritos de voces inexistentes que claman acontecimientos que no han sido. Dónde están las novelas de fantasía, comunismo y ciencia ficción cuando como cabizbajo sobre el plato, desaprendiendo cómo llorar. Por qué se muere el esfuerzo mientras nace, cuando lo apoyo sobre el pecho y trato de darle ánimos, de lanzarlo contra la vida y que se apañe como buenamente pueda. No se puede crecer en tierra abonada con sal. No se puede ser persona sin someterse a la palabra, al cariño, al intelecto, al amor. Y sin embargo lloro cada vez menos, vivo más y más hacia dentro mientras olvido los rostros, calles y rincones de la vida. Quiero irme.    Olvido palabras. Olvido sensaciones unidas a palabras. Olvido la urgencia porque vivo en el margen, en el extremo ejemplo, en la novela. Soy una hipérbole dolorosa y sangrante pero callada. Un martir cuya historia jamás será contada. Por más que busco la luz soy una simple sombra. No es