Pomposo
Se erige el lunes como una rocambolesca tragedia en dos actos. Ella está enfadada y menoscaba su frustración mirando al cielo, pidiendo por algo que no existe, imposible. Los segundos gotean de los mechones de mi pelo. Los párpados intermitentemente cerrados diluyen unas lágrimas irremisiblemente metafóricas. Le anuncio mi decisión y se asusta, me dice que no entiende pero no pasa nada, que no quiere pero no pasa nada. No tiene por qué. Doy dos pasos y estoy en el aire. Me llevo lejos su grito, al bazar de las historias donde no pueda verlo. Despierto y estoy en la cama con la sensación de haber vivido ya lo vivido, en un mundo lejano y lleno de vida.