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Mostrando entradas de abril, 2021

Pomposo

Se erige el lunes como una rocambolesca  tragedia en dos actos. Ella está enfadada y menoscaba su frustración mirando al cielo, pidiendo por algo que no existe, imposible. Los segundos gotean  de los mechones de mi pelo. Los párpados intermitentemente cerrados diluyen unas lágrimas irremisiblemente metafóricas. Le anuncio mi decisión y se asusta, me dice que no entiende pero no pasa nada, que no quiere pero no pasa nada. No tiene por qué. Doy dos pasos y estoy en el aire. Me llevo lejos su grito, al bazar de las historias donde no pueda verlo. Despierto y estoy en la cama con la sensación de haber vivido ya lo vivido, en un mundo lejano y lleno de vida.
La necesidad brutal de la vigilia a medianoche. Llega siempre cándida, lenta, acompasada por determinada música si hay un equipo cerca. El alcohol y el tabaco pueden ayudar a despertar su bruma. Es en estos momentos cuando más se aborrece la soledad, cuando se la pone en la palma de la mano y se la mira y se contempla con detalle. Yo imagino mi soledad morada o amarilla, con poca saturación pero el contraste al máximo, un amasijo como maya de aluminio para fregar los platos, y estoy convencido de que si no es así debe de ser algo muy parecido. La imagino igual que la bilis del estómago incendiada por el vino. El vino. Miro mi soledad y la aprieto con fuerza. Intento asfixiarla mientras mis océanos de sed se llenan de tila. Té de tilo para Talita.    Me siento menos. Menos por llegar a casa tan temprano. Por cerrar la puerta y ponerme los cascos mientras fuera se desarrolla la pelea. Ya casi soy inmune. Demasiados pactos y concesiones conmigo mismo. Soy frío, irisado como esta noche sin