Barro
La muerte llega en septiembre cayendo como gotas, una llovizna de barro sobre mi coche, un compañero de la escuela, una mascota vieja, era alguien del trabajo. Agazapada, viene a segar bisiesta una vez cada cuatro años, violenta, negra, indiscriminada, arrancando el amor de los brazos, recuerda que existe y es cualquiera, que cuando la cosa se pone fea siempre llega la primera. A veces coqueteo con ella, le pido que me lleve, con un desconocido en el cuarto de baño o saltando desde una roca mojada a una poza seca, a veces le digo que se calle o que, por favor, nunca deje de hablarme, porque imagino el no imaginar y una congoja me sube por el pecho, me trepa por las ciudades y me araña el vientre. Y la mayor parte del tiempo no le hago caso, tomo siempre el mismo café, doy siempre los mismos pasos, es solo que hoy llovió y mi coche volvió a mancharse de barro, y alguien que era algo mío murió, y lo único que se me ocurre es querer contarlo.