Hoy me siento así por nada. Me cuesta mantener en su sitio los músculos de mi cara. Me piden llorar. Me piden distenderse y colgar lánguidamente. Me muero de ganas por poder buscarte. Por derrotar esa fuerza etérea que me condena a vivir dentro de mí. Me desgarra no poder llorar sobre tus hombros, entre tus rizos, porque no puedo. Hace ya mucho tiempo que todo es una lluvia de ceniza. Necesito algunas hormonas más para romper el equilibrio, saltar de la balanza y hundirme en los charcos de mis lágrimas. Hace tanto tiempo que vengo extrañando una interacción cualquiera...
Camino por la calle pensando en ir al cine, solo o acompañado. Recuerdo también los vagones de metro. La infinitud de libros machacados en sus asientos. Hubo una vez que en mi vida hubo propósitos, puntos de partida y destinos. Hubo una vez un yo que no lo había perdido todo, aunque lo tuviera todo por perder. Alguien tan valiente como para cometer todos los errores que hoy me han traído aquí. Para vivir todos los hechos que me tienen esta noche insensiblemente cansado. Mi narración es ésta: la de nadie.
Cuando la raíz está podrida hay poco que hacer, por mucho que me mantenga miserablemente erguido. Me sorprende seguir siendo mínimamente funcional. Me sorprende ser estando tan irremediablemente quebrado. Pero ya no hay oídos ni bocas. A nadie le interesa. La vida adulta es desmedidamente autista.
Comentarios
Publicar un comentario