Pequeño
Para qué seguir fingiendo
que no ha vuelto a pasarme lo de siempre,
que solo tengo visión cuando te miro,
que te encuentro formulada en etileno
rebosante de sabiduría y respuestas,
y no hay tren que pueda alejarme
de la idea guerrera de tus rizos.
Para qué seguir fingiendo
si tu amor me descompensa,
si ni siquiera puedo manejar las referencias
que componen mis pensamientos
cuando te trazo en ellos.
Estoy a un paso de dibujarte,
a una noche de distancia del sol
arrancando las teclas de nuevo,
pensando en cogerte de la mano
en un trayecto completamente imaginado,
a punto de proyectarte en el suelo
me descalabro desde tu altura.
Hablo, no hablo,
navego un liego de amistad y sombra,
un verano horripilante de ausencia,
una caricia nocturna e inerte
dedicada a mis viejos enemigos,
sonrío y dejo que la inacción
me deje, me aleje, me suelte,
y te ayudo a ordenar la vida
de la mejor manera posible para no dejarme entrar.
Y entrar, ¿cómo se hace?
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