Añadidos
Y que el sol me acariciara para siempre
encima de aquella loma de piedra
donde reposan nuestros cafés fríos,
al lado de la ola de Mundaka
al lado del vendaval del tiempo.
Y tener la sensación de ser capaz
de tocar tu piel desnuda
con tan solo estirar la palma de la mano,
y volver a dormir aquella noche,
la misma noche, todas las noches,
cuando quererte y viajar eran lo mismo:
un destino sabido de antemano,
abrazos y labios como racimos.
Que mi calor esté dentro del tuyo,
y el café siga esperando en la cima fría
tras un camino nuevo la mañana siguiente.
Que nos veamos.
Que nunca dejemos de vernos.
Y nos soñemos,
aunque estemos el uno al lado del otro,
y si no estamos
que estemos.
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