Una hora
Tu pequeño corazón late a mi lado, Aloe, pequeño y grácil, incansable y esbelto, envuelto en una muda felina, una maraña mullida de bruma que, en broma, amenazo con arrebatarte cuando la emoción de robarte un abrazo me pierde y dan las once. La noche de este día anodino avanza sin nodriza, como tú, que sales del sueño estirando tus patitas para cruzar el salón sin pisar el suelo, desde la cima de tu sofá hasta la cresta del mío, sorteando los enseres inertes que se me han ido vaciando del bolsillo antes y después del trabajo. Tal vez hayas oído la noticia, ha sido esta mañana. Ha llegado una voz desde muy lejos para decir que ya no somos nada, que la distancia y el empleo, la mudanza y el tiempo... la enumeraci...
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