Once
A quién le cuento
que no tengo nada que contarle
a nadie que no seas tú,
que todavía me urge compartir
contigo las cotidianidades
para que te lleves la indecisión
y me laves a besos,
que el mundo se derrumbó
por el agujero de tu paraguas
el día que tu cama
nos separó definitivamente.
No quiero que estés para
siempre pero estás siempre
que no quiero que estés,
como una luz intensa
desafiando los ojos cerrados,
un sueño y otro sueño,
un millar de micro rutinas despedazadas,
la monstruosa pared erguida entre
un sinfín de pensamientos finales.
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