Ven

Abro un libro de hace seis años y encuentro una dedicatoria venida de otro tiempo. Las palabras moradas sobre el papel amarillento se refieren a una realidad que ya no existe, al amor que en otra época alguien que ya no está hubo de sentir por quién yo ya no soy. Acaricio la tinta imaginando el estilógrafo que grabó aquel texto, sus movimientos, sujeto por una mano con las uñas pintadas de granate. Recuerdo sus venas difuminadas de azul verdoso bajo la piel pálida y joven. Imagino los trazos, movidos por unos sentimientos tan magnánimos como ingenuos, tanto que seis años después ya son sólo un murmullo, una huella semi borrada. La imagino a ella jugando a adivinar mis gustos, yendo a comprar el libro. Está en la tienda pagando, charlando con la cajera. Le dice que no sabe si acertará pero que ha oído que es lo último. Veo la sonrisa piadosa de la tendera afirmando, preparando el papel de regalo mate y color sepioso, haciendo un paquete elegante pero nada excesivo. 
   Cómo es posible que todo se reduzca a esto, a la soledad y al paso del tiempo. Cómo sucumben los regalos, las tiendas, las hormonas y el cariño, el amor, a la erosión implacable e invisible de los acontecimientos. Intento inspeccionarme en busca del destinatario de aquel libro, de aquel ajeno usurpador de mi presente en su momento. Es mucho más difícil que imaginar el remite.

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