Hay heridas irreparables que se instalan como una lentilla del revés, por detrás de las pupilas. Heridas que perturban el cauce natural de las lágrimas. Momentos de temblor absoluto, episodios traumáticos de fábula. Lentillas que te roban la mirada, la risa y el habla. Menguan tu reflejo, te desahucian. Se ennegrecen y se incrustan adentro, siempre, cada vez más hondo, y progresivamente se hace más difícil llorarlas. La vida migra al margen, clausurada, anómala en su acumulación de excepciones. Se nubla la vista de humareda, pesadillas, raíces del inconsciente negras y arteriadas. Revisionismo oscuro y lacerante que supedita la vigilia. Quizá entonces podrás licuar una lágrima. Resentir todo el dolor limítrofe empañado y recoger su agua.
Posible
Es posible, quizá, otra vida, pero no esta, otros pasos, pero no estos, otros encuentros por la mañana tras el café, que no tengan que ver con el trabajo, pasar el frío de otra manera, como cuando me arropaba entre tus pieles, un febrero más cerca de la playa, es posible si lo anuncio, si me dejo llevar hasta tus cuentos de mariposas de agua salada, si dejo esta vida abandonada, más alto, más tonto, más fuerte, si te confieso que todavía fantaseo con la montura de tus gafas. Es posible si me aclaro, si mis palabras se convierten acuarelas, mis lágrimas un programa de radio, si remiten los embates del pasado, si venero una vez más mis huesos, aunque tú ya no estés aquí ni allá para ver...
Comentarios
Publicar un comentario