Lo siento si te he provocado un desvelo
Hoy he recuperado un poco de vida.
Lejos, lejos, me duelen los músculos
de escribir que cada vez estás más lejos.
Que tengo una historia a medias
que galopa entre ciudades
y, aunque yo no lo quiera,
ahí está, allí sigue,
en los subterfugios más profundos
de esta época obtusa.
Quizá te interese saber que hay hospitales.
Ingresos, desvelos, llamadas
y un sufrimiento cámbrico
que se extiende por toda la casa.
Esto pretende ser una carta,
una mano tendida a todos aquéllos
-los que estuvieron, los que se fueron-
para que me rescaten de mi arrebato,
me desamordacen de la silla, de la cama,
y me obliguen
a memorizar nuevas estampas.
Un mensaje
en una botella de alcohol puro,
un poema como aquellos que,
según yo, alguna vez he escrito.
Lo hago también para mí,
para mi memoria, para darle
líneas a esas voces
que nunca se callan.
Lo siento si te he provocado un desvelo,
ya ni me molesto en amagar los pensamientos.
Yo también escribo
porque cometí una larga lista de errores.
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