Con la boca
Hoy has estado en casa.
Te has hecho presente con la boca,
me has despistado un momento
y al siguiente yo era todo
placer tuyo.
Tus manos han sabido hacer
lo que tantas otras veces.
Las mías, fieles,
han apartado el velo de tus ojos
acariciando las caricias de tu boca,
electrizando tus mejillas
con una centésima parte
del vigor de tu lengua.
He seguido así hasta abrir los ojos,
hasta encontrarte deshecha
e inexistente sobre la tierra misma
y a mí ridículamente de pie,
en medio de un mar de azulejos
que jamás te verá ni te ha visto.
Momentos antes
la misma escena en otra casa.
Un calor de los de entonces
y un suelo de madera
nos alejan de las miradas ajenas
que pasean calle abajo
y que casi nos ven;
somos tú y yo
dulces y ajenos a la interrupción,
al fin, al paso del tiempo,
a los motivos que hoy nos repelen
como imanes del mismo polo,
un recuerdo tan fuerte
que aún riega mis piernas
cuando hace presente tu boca.
Te lo cuento
porque he vuelto a pasar por debajo
de la única luna
que nunca nos ha visto juntos
y me hubiera gustado encontrarte a la vuelta,
tiritante en mitad del mar de azulejos,
con la boca abierta.
Te has hecho presente con la boca,
me has despistado un momento
y al siguiente yo era todo
placer tuyo.
Tus manos han sabido hacer
lo que tantas otras veces.
Las mías, fieles,
han apartado el velo de tus ojos
acariciando las caricias de tu boca,
electrizando tus mejillas
con una centésima parte
del vigor de tu lengua.
He seguido así hasta abrir los ojos,
hasta encontrarte deshecha
e inexistente sobre la tierra misma
y a mí ridículamente de pie,
en medio de un mar de azulejos
que jamás te verá ni te ha visto.
Momentos antes
la misma escena en otra casa.
Un calor de los de entonces
y un suelo de madera
nos alejan de las miradas ajenas
que pasean calle abajo
y que casi nos ven;
somos tú y yo
dulces y ajenos a la interrupción,
al fin, al paso del tiempo,
a los motivos que hoy nos repelen
como imanes del mismo polo,
un recuerdo tan fuerte
que aún riega mis piernas
cuando hace presente tu boca.
Te lo cuento
porque he vuelto a pasar por debajo
de la única luna
que nunca nos ha visto juntos
y me hubiera gustado encontrarte a la vuelta,
tiritante en mitad del mar de azulejos,
con la boca abierta.
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